Una verdad incómoda

 

La educación como primer paso

 

Publicado el 10/05/2020

El éxito que podríamos tener como civilización depende en gran modo de una educación establecida desde el conocimiento y la experiencia que, como seres humanos y supuestamente inteligentes, hemos desarrollado a lo largo de nuestra presencia en la vida.

Una educación que conlleve un respeto hacia lo que nos rodea, que nos aleje de la falsa sensación de superioridad moral que poseemos.

A casi tod@s nos atrae la Naturaleza y ese aura de tranquilidad que transmite, lejos de las grandes urbes contaminadas de polución y egoísmos cotidianos a los que no les prestamos la mínima atención. Que nos convierte en lo que tenemos.

Y la Naturaleza nos manda mensajes de lo que realmente somos. Una insignificante mota de polvo dentro de una gran mancha de basura que es en lo que estamos convirtiendo nuestro planeta.

Si fuéramos capaces de realizar el esfuerzo por comprender el origen tendríamos un comienzo esperanzador acerca de los siguientes pasos que deberíamos llevar a cabo. Es más, desde Artericiclata, creemos que sería la base y todo lo demás consecuencias.

Si hubiese, por ejemplo, la obligatoriedad de instruir a los más pequeños en pequeños gestos como una asignatura, llamémosla “Huerto”, en la que ellos fueran los protagonistas de plantar árboles y verlos crecer, de sembrar alimentos que posteriormente consumieran y con el exceso venderlo a las personas más cercanas invirtiendo el beneficio en la propia escuela, podría ser una buena iniciativa a considerar.

Entiendo las reticencias que esta propuesta originarían. Falta de espacio, falta de tiempo, falta de voluntad… Una verdad incómoda.

Porque si lo apreciamos desde un punto de vista del compromiso real, y no del postureo, atenderíamos al cambio que estamos originando en el medio ambiente.

Si desde pequeñ@s enseñamos educación el siguiente paso sería el respeto y el siguiente la manera de vivir. Una forma de vivir adecuada a nuestros valores que nos han enseñado.

Así, tal vez, desecharíamos la estúpida ilusión de “ser mejores cuanto más tenemos” y aprovecharíamos la oportunidad de “ser mejores cuanto más comprometidos seamos”.

Tal vez, la solución fuera que tod@s durante un tiempo en nuestra vida, como el servicio militar, se obligara a un servicio social. A que por un tiempo nos pusiéramos en la piel de los desfavorecidos, si es así el remedio para valorar realmente aquello que importa. Porque, parece ser, que la experiencia es lo único que puede contener nuestra verborrea acerca de todo aquello de lo que no tenemos ni idea. Tenemos opinión para todo y no hemos aprendido nada. Tenemos la respuesta para todo… sin siquiera saber las preguntas. Una verdad incómoda.

2 Comentarios

  1. Potele

    Bonita reflexión

    Responder

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